AÚN SOBREVIVE LA VIDA FUERA DE LAS PANTALLAS
Mientras el sol se desplomaba detrás de los edificios, tiñendo su modesto departamento de naranjas y violetas, su mundo se reducía a la luz fría de su teléfono. Ahí estaba ella. Valeria. La había descubierto en un abismo de scroll infinito, un algoritmo compasivo que le mostró su sonrisa en un día particularmente gris. Era influencer, o algo así. Compartía fragmentos de una vida perfecta: playas de aguas turquesas, tazas de café fotogénicas, rutinas de yoga al amanecer. Pero Claudio no se enamoró de las playas ni del café. Se enamoró del destello de vulnerabilidad que a veces asomaba en sus ojos, de la manera en que se mordía el labio inferior cuando estaba pensativa, de la risa que sonaba genuina, como si, por un segundo, se hubiera olvidado de la cámara. Claudio era el encargado de bodega de una empresa pequeña. Callado, cumplidor, siempre con la mirada baja. Llegaba a la hora, se retiraba puntual, hacía lo justo, hablaba lo necesario. Nadie sospechaba que, alguna vez, había sido ...