EL LIBRO DE HORAS: Contabilidad de una vida

El tiempo cronométrico vs. el tiempo vivido


La vida nos es entregada a todos con la misma medida de tiempo: días de veinticuatro horas, años de doce meses. No importa cuán fervientemente deseemos extender nuestros días, el reloj avanza con una equidad implacable para el rico y el pobre, el sabio y el distraído. La verdadera desigualdad no yace en la cantidad de tiempo recibido, sino en la calidad de la vida extraída de ese tiempo. La pregunta definitiva no es cuánto viviste, sino cómo invertiste cada hora que te fue concedida.


Al final del camino, esta divergencia se revela con cruel claridad.

Hay quienes llegan con fortuna. Pueden pagar por atención médica esmerada, cuidadores asalariados, una habitación tranquila. Su despedida está rodeada de profesionales que cumplen un deber, no un deseo del corazón. Las visitas son protocolarias, marcadas por la obligación social más que por el afecto genuino. Mueren, sí, acompañados por un silencio decoroso, pero también por la fría evidencia de que el cariño no se compra.


En la acera opuesta están quienes vivieron solo para el goce inmediato, saltando de casa en casa, de fiesta en fiesta, sin construir un hogar en el corazón de los demás. Aparecían donde había alegría, pero se esfumaban cuando el dolor llamaba a la puerta. Su ocaso suele escribirse en hogares de caridad, en condiciones que reflejan el abandono que sembraron: aislamiento, desnutrición, una tristeza que el tiempo no redime. También ellos son despedidos por compromiso, por una lástima lejana que no llega a convertirse en duelo.


Ambos extremos, el del trabajador obsesivo y el del hedonista despreocupado, convergen en la misma estación final: la soledad esencial. Uno, acompañado por el eco vacío de sus logros materiales; el otro, por el vacío aún más profundo de una vida sin raíces en los demás.


Pero existe una tercera cuenta en este libro mayor de la existencia.

Están aquellos que entendieron que el tiempo es el capital más preciado y lo invirtieron en una moneda que no se devalúa: el amor, la presencia, la construcción paciente de vínculos. No desperdiciaron su vida, sino que la sembraron en las personas a su alrededor. Su "fortuna" no está en un banco, sino en la memoria cálida de una familia, en la lealtad de amigos que se sienten hermanos, en la gratitud de quienes ayudaron sin esperar nada a cambio.


Para ellos, el final —aunque llegue marcado por la enfermedad o la vejez— se desarrolla en un espacio distinto. Ya sea en las limitadas horas de visita de un hospital, donde todos se pelean por un turno para estar a su lado, o en el seno de un hogar que es un santuario de cariño, su despedida es un testimonio vivo de una vida bien vivida. Las lágrimas que se derraman son auténticas; la multitud que los llora, una legión de corazones verdaderamente agradecidos. No asisten por compromiso, sino porque sintieron que recibieron algo invaluable: tiempo, atención, consuelo, guía. La huella que dejan no es en el suelo, sino en el alma.


Todos recibimos el mismo reloj de arena. Las mismas veinticuatro horas diarias para construir un legado, para tejer nuestra red en el mundo, para decidir entre acumular cosas o cultivar relaciones. La vida, en su dura sabiduría, no distingue entre el tiempo que malgastamos y el que atesoramos. Pero nosotros sí podemos distinguir. Podemos elegir conscientemente en qué invertir nuestros días.


No se trata de vivir mucho o poco, sino de vivir densamente. De llenar las horas no con más actividad, sino con más significado. De entender que el mayor logro no será un título en la pared, sino el susurro de tu nombre en la boca de alguien que te echa de menos con amor, mucho después de que tu reloj se haya detenido.


El tiempo es igual para todos. Lo que hacemos con él, es la única y gran obra de nuestra vida. Elige, entonces, sabiamente. Invierte en lo que realmente perdura.


Guido Berly

Comentarios

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  2. Después de leer este escrito pienso que en la vida el verdadero director es el azar.Porque' somos tan distintos ? porque' si tenemos el mismo tiempo elegimos caminos tan diferentes , la respuesta es no juzgar sino comprender que detrás pude haber un vació un miedo un dolor la vulnerabilidad que hace vivir sin dejar huellas ,y por fin el AMOR que no es ciego ni ingenuo un amor que sabe decir si´cuando se va por el camino correcto y se abren puertas invisibles ...

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  3. Éste escrito me hizo recordar a mis padres, ellos (papá 2019 y mamá 2021) distintas enfermedades, nos juntamos los hijos y nietas para cuidarlos , fueron unos buenos padres, nos entregaron su amor , sus cariños , se preocuparon de formar buenas personas, con valores y nosotros nos unimos como familia para dedicar todo nuestro tiempo a ellos en sus últimos días y que se fueran tranquilos y vernos qué estábamos ahí por el amor que ellos nos habían entregado y no por obligación.
    Cómo dice, recibimos el mismo reloj de arena y cada uno lo ocupa como quiere, lo importante es hacer cosas que nos hagan felices y dejar huellas en las personas que nos quieren.
    Éxito en sus publicaciones.

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  4. 365 días,24 horas,60 minutos ,literalmente 1 año,plasmados en un gran escrito gracias berly. Bendiciones para usted

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  5. Bella reflexión. En lo personal, creo que entraré en la tercera categoría.
    La vida es un regalo y cuando la vives desde el amor en todas sus formas, la empatía y bondad, dejas huellas profundas en quienes se han cruzado en tu camino.
    Nuestra mayor riqueza está en lo interno. Amar con un verdadero sentido. Sin egoísmos ni caretas.
    Gracias por compartir este lindo escrito.
    Saludos

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