EL UMBRAL IMVISIBLE



Todo comenzó con una mentira. Una mentira que me conté a mí mismo para no tener que admitir que mi mundo, perfectamente ordenado y escéptico, se había hecho añicos. A los veinte, mi religión era la certeza. Creía en lo tangible, en lo medible, y sobre todo, en burlarme de lo que no podía entender. Los talleres de meditación, las auras, las energías… todo me parecía el refugio de gente crédula y con demasiado tiempo libre. Hasta que conocí a Valeria, y fingí interés solo para acercarme a ella. Fue mi trampa perfecta, el anzuelo que yo mismo coloqué y que terminó ensartándome a mí.


Recuerdo la primera vez con una claridad que aún hoy me estremece. La sala, el incienso, la voz suave del instructor guiándonos. Yo, con los ojos cerrados y una sonrisa interna de superioridad. Pero luego, algo se quebró. No fue gradual. Fue un desprendimiento violento y silencioso. Dejé de sentir mis pies, mis piernas, el peso de mi cuerpo en la colchoneta. Se desvaneció todo, hasta la sensación de respirar. Y entonces… llegó la Nada. No era oscuridad. Era la ausencia de todo, excepto de mí. O, más precisamente, excepto de la conciencia de que existía. Era un punto puro de percepción, flotando en un vacío atemporal. Por un instante, fue una paz divina. Y al instante siguiente, el pánico más primitivo me ahogó. ¿Y si no puedo volver? La vulnerabilidad fue absoluta. Sin cuerpo, sin identidad, no era más que un fantasma de mí mismo. Un tirón brutal desde el pecho, un jadeo que rasgó el silencio de la sala, y volví. Todos me miraban. El instructor, con ojos brillantes, preguntó. Y yo, aterrado, mentí: “Me quedé dormido. Fue solo un sueño pesado”. Había cruzado un umbral y mi primer acto fue negar su existencia.


Pero la puerta, una vez abierta, no se cierra. Volví, ya no por Valeria, sino por una necesidad obsesiva de comprobar. Las experiencias se intensificaron, se volvieron más aterradoras y más ricas. El desprendimiento ya no era una caída suave, era un desgarro. Como el momento en la montaña rusa en que tu cuerpo cae pero tus entrañas se quedan flotando arriba. Mi conciencia se despegaba con violencia, y en esa nada empezaron a aparecer cosas: presencias vastas e indiferentes, sonidos que eran como coros de cristal, una belleza que lindaba con la locura. Yo era un náufrago en mi propio océano interior, y nadie más en esos talleres parecía navegar en aguas tan profundas y tormentosas. Me sentí como un freak, un error de percepción. Así que lo enterré. Me refugié en la vida “real”: el trabajo, la familia, las obligaciones. Intenté borrarlo.


Años después, ya con una carrera y responsabilidades, tropecé con un taller de visualización de auras. Fue una casualidad que sintió como un destino. Esta vez, había ciencia de por medio, fotografías Kirlian. Algo más tangible. Y sucedió. En la oscuridad de mis párpados cerrados, donde solo había visto negro toda mi vida, una forma tenue nació. Una neblina dorada y vibrante que rodeaba mis manos. No la veía con los ojos, la sentía con un sentido nuevo, un músculo perceptual dormido que de repente se flexibilizaba. Era real, hermosa e innegable. Pero de nuevo, la vida llamó. Los proyectos, las hipotecas, la familia que construir… archivé esa capacidad como quien archiva un diploma antiguo. Creí que se atrofiaría.


No lo hizo. Solo esperó.


Hoy, con el silencio de un apartamento vacío después de un divorcio y con mis hijos ya volados del nido, el susurro se ha vuelto un llamado imposible de ignorar. La soledad no es vacía; está llena de ese eco. Y mi perspectiva ha cambiado. Ya no me veo como un bicho raro, sino quizás, como un precursor torpe. Pienso en los dinosaurios, dueños del mundo durante 165 millones de años, y en su extinción. Pienso en que el Homo sapiens lleva solo 300.000 años, y la civilización, un abrir y cerrar de ojos en tiempo evolutivo. La Revolución Industrial nos tomó 100 años transformarlo todo; la digital, apenas 40. Nos precipitamos hacia un futuro para el que nuestros cuerpos y mentes no fueron diseñados. ¿Y si esta presión, esta sobrecarga sensorial y emocional, está forzando un cambio? ¿No será que, para no extinguirnos psicológicamente, necesitamos desarrollar un nuevo sentido?


Un sentido que no procese datos, sino que perciba contextos. Que lea la energía emocional de una habitación, la intención detrás de una palabra, el campo de posibilidades alrededor de una persona. Lo que llamamos “intuición”, “mal presentimiento”, “buena vibra” o ese “milagro” cuando la salud de un ser querido mejora contra todo pronóstico tras nuestra ferviente y concentrada esperanza. ¿Milagro, o la potencia de una conciencia focalizada ejerciendo una influencia que aún no podemos medir? Esos déjà vu perturbadores, esa certeza instantánea sobre alguien que acabamos de conocer… ¿Son fallas en la matrix, o destellos de una percepción más holística que atraviesa el tiempo lineal?


Tal vez todos llevamos dentro este software nuevo, pero sin el manual de instrucciones. En la mayoría, se manifiesta como destellos confusos, corazonadas que se ignoran. En otros, como yo, se activa de forma más explosiva y desconcertante, por accidente o por una búsqueda temprana. Y la sociedad, y nosotros mismos, lo medicalizamos, lo frivolizamos o lo enterramos por miedo.


Por eso he decidido volver. No a un taller, sino a mí mismo. Esta vez, sin miedo, sin prisa, sin la necesidad de encajar. Me siento en silencio y simplemente observo. No busco desdoblamientos dramáticos. Escaneo mi propio cuerpo energético, percibo la pesadez o la ligereza que deja en el aire una llamada telefónica, una noticia, un recuerdo. Llevo un diario de estas impresiones. Estoy re-aprendiendo mi propio alfabeto invisible.


Y me pregunto, mientras escribo esto: ¿lo sientes tú también? ¿Esa punzada de certeza injustificada? ¿Esa sensación de que el aire se espesa en ciertos lugares o con ciertas personas? ¿Esa conexión inexplicable con un ser querido a distancia? No son supersticiones. Podrían ser los primeros brotes, como los dedos membranosos de un tetrápodo primitivo, incómodos en la tierra pero anunciando la pierna que vendría. La próxima gran revolución no será tecnológica. La inteligencia artificial y los cohetes interplanetarios son herramientas externas, prótesis poderosas. Pero la evolución que realmente importa, la que nos permitirá usar esas herramientas sin destruirnos, es interna. Es la evolución de la conciencia misma.


Tal vez sea misión de unos pocos, los que han sentido estos brotes con más fuerza, caminar conscientemente este camino, mapear el territorio, normalizar estas percepciones. No para convertirse en gurús, sino en puentes. Para demostrar que lo que llamamos "sexto sentido" podría ser simplemente el primer sentido de una nueva humanidad. Las barreras tecnológicas quedarán obsoletas si tras ellas no hay una conciencia expandida para usarlas con sabiduría.


¿Estamos preparados? No lo sé. Pero el proceso ya comenzó. Es lento, caótico y personal. Y la única pregunta verdadera, la que me trajo de vuelta de mi propio exilio, no es “¿soy especial?”, sino “¿tú también lo sientes?”. Porque si lo sientes, aunque sea un leve cosquilleo en el límite de tu conciencia, entonces no estás solo. Y quizás, solo quizás, no se trate de un don para unos pocos, sino del próximo paso, esperando a que todos demos, juntos, el salto al otro lado del umbral invisible.


Guido Berly

Comentarios

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  2. Muy buena historia Berly, yo siento que cada uno de nosotros ,vino a esta tierra a cumplir un propósito, y cada persona tiene una energía diferente y esa percepción de sentir las cosas ,. ,muchas veces sentimos una corazonada ,, o un presentimiento que nos avisa que algo pasó , pero preferimos ignorarlas ,quizás por miedo .

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  3. Esto lo leí del físico Michio Kaku , El universo es música ,cada partícula es una cuerda vibrando con su propio tono entonces la consciencia puede vibrar en diferentes planos o niveles de información y las posibilidades son infinitas ,me pregunto como nuestro cerebro lo interpreta creo que traduce la realidad, es un misterio ,Detrás de cada puerta que la ciencia abre esta Dios dijo Einstein, cuanto ma's nos preguntamos vemos la armonía y su perfeccíón matemática.

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