La semilla de lo imposible
Por qué tus ideas merecen que las defiendas
Hay un instante fugaz, casi sagrado, en el que una idea se enciende en tu mente como una chispa en la oscuridad. Es frágil, como el primer latido de un corazón que aún no sabe si merece latir. Y ahí está la paradoja: lo que podría convertirse en un bosque entero nace siendo apenas un susurro, tan vulnerable que un solo "no puedo" podría extinguirlo.
La vida nos enseña a racionalizar, a calcular riesgos, a escuchar a quienes nos advierten sobre tormentas antes de que siquiera empiece a llover. Pero ¿qué pasaría si, en vez de preguntarte "¿Lograré hacerlo realidad?", te cuestionaras "¿Qué perderé si no lo intento? Las ideas no son casualidades: son mapas de tesoros que tu esencia te entrega para que descubras partes de ti que ni siquiera sabías que existían.
Sembrar en tierra inhóspita
Imagina esa semilla. Al principio, es solo tú quien sabe que está ahí. La riegas con horas robadas al sueño, con intentos fallidos que otros llamarían "fracasos" pero que en realidad son raíces creciendo en secreto. Ahí está la clave: persistir no por terquedad, sino porque has decidido creerle más a la voz interna que a los ecos ajenos. Como escribió Rumi: "A través de las grietas es por donde entra la luz". Cada obstáculo no es un muro, sino un cincel que esculpe tu propósito.
La tormenta como aliada
Sí, habrá días en que el viento intentará arrancar de cuajo lo que construyes. Personas bienintencionadas te dirán que "es poco realista", que "te conformes". En esos momentos, recuerda: los jardines más hermosos no crecen en invernaderos. La adversidad no prueba que tu sueño sea equivocado; revela cuánto estás dispuesto a honrarlo. Como el bambú japonés, que pasa años desarrollando sus raíces bajo tierra antes de brotar y alcanzar 30 metros en semanas, tu perseverancia es silenciosa, pero no estéril.
La cosecha (y el arte de saborearla)
Llegará el día en que esos frutos maduren. No serán perfectos —nada nacido de lo auténtico lo es—, pero llevarán tu nombre, tus huellas, tus cicatrices convertidas en belleza. Y entonces entenderás la verdad más profunda: el éxito no era el destino, sino el camino. Porque al elegir seguir adelante, te convertiste en alguien que ya no teme a la incertidumbre, que baila con el caos y encuentra poesía en el esfuerzo.
Así que la próxima vez que esa idea llame a tu puerta, no le preguntes si es "lo suficientemente buena". Abraza el vértigo de lo desconocido, porque como dijo Anais Nin: "La vida se encoge o se expande en proporción a tu coraje". Planta tu semilla. Riégala con fe. El mundo necesita bosques que solo tú puedes hacer crecer.
¿Cuántas semillas has dejado sin plantar por miedo a que no florezcan? ¿Y si la próxima vez, en vez de enterrar el sueño, entierras la duda?
Guido Berly
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