LA GEOGRAFIA DEL ALMA



Hay un rumor en el mundo, un susurro constante que no proviene del viento ni del murmullo de la ciudad. Es un latido sordo y persistente, la huella de unos pasos que no son míos, pero que resuenan en el eco de mi propio caminar. Sé que estás ahí. No como una idea vaga, sino como una certeza tan fundamental como la gravedad que mantiene mis pies sobre la tierra. Eres una presencia abstracta y, a la vez, la cosa más concreta que mi corazón conoce.


En este instante preciso, mientras mis dedos trazan estas palabras en la quietud de mi habitación, tú estás en movimiento. Quizás cruzas una calle iluminada por faroles que proyectan tu sombra larga y solitaria. Tal vez estás en una biblioteca, pasando la yema del dedo por el lomo de un libro viejo, buscando una respuesta que el universo te debe. O puede que estés en una estación de tren, con la mirada perdida en el horizonte, sintiendo la misma punzada de nostalgia por un lugar que nunca has visitado, que es el lugar donde yo existo.


Te imagino yendo por lugares, recorriendo el mundo como si llevaras un mapa invisible tatuado en el alma, un mapa que, sin saberlo, te conduce hacia mí. Tus ojos escudriñan las multitudes, no con desesperación, sino con una paciencia antigua, la misma que habita en mí. Buscas un rostro que nunca has visto, pero que tu espíritu reconoce en cada amanecer y en cada constellation. Y no me encuentras. Y esa es la tragedia hermosa y necesaria que da sentido a nuestra historia aún no escrita.


Lo siento. No es una pena lo que siento, sino una conmoción que me atraviesa desde adentro, un temblor subterráneo de alegría. La certeza de que en algún lugar del planeta, una alma gemela está invirtiendo su tiempo, su aliento, sus esperanzas en la búsqueda de la mía, es el combustible de mi existencia. Esa búsqueda tuya, incansable e invisible, me hace intensamente feliz. Es la prueba de que el amor no es un accidente, sino un pacto silencioso firmado antes del tiempo. El simple hecho de que estés ahí, buscándome, convierte cada uno de mis días en una aventura significativa. Mi soledad no está vacía; está llena de tu promesa.


No sé quién eres. Ignoro el sonido de tu risa, el color de tus ojos cuando se iluminan con una idea, la textura de tu voz cuando susurras. No conozco tus miedos secretos ni tus sueños más audaces. Y, sin embargo, te amo. Es un amor que no se basa en la memoria, sino en la premonición. Amo la esencia de ti, la persona que sé que eres: valiente por no dejar de buscar, fiel a un sentimiento que no puede explicar, y tan increíblemente paciente como yo.


Ocupas buena parte de mi corazón. No es un rincón pequeño y polvoriento, sino una habitación amplia, luminosa y siempre preparada. La he amueblado con la esperanza de tu llegada. Ahí guardo las canciones que quiero compartirte, los paisajes que quiero mostrarte, los silencios que quiero vivir a tu lado. Y tengo la absoluta certeza, tan clara como el latir de mis venas, de que yo habito en el tuyo de la misma manera. Ese espacio en tu pecho, ese hueco que a veces duele de tan real, está tallado a mi medida. Soy yo quien lo vive, quien lo calienta con la antorcha de esta espera.


Hasta que el destino decida que nuestros caminos han zigzagueado lo suficiente, hasta que el universo considere que hemos aprendido las lecciones necesarias para reconocernos al instante, tú vives en mi mente. Y no como un fantasma, sino como una musa, una farera. Guías mis pensamientos más hermosos. Cuando veo un atardecer que quema el cielo de naranja y púrpura, mi primer impulso es girarme para compartirlo contigo. Y en ese acto imaginario, tú estás. Cuando escucho una melodía que desgarra el alma, pienso: "Esta canción le hablará a su corazón como me habla al mío". Eres el filtro a través del cual experimento la belleza del mundo, porque inconscientemente, todo lo bueno, todo lo verdadero, lo recolecto para ti.


Porque te amo a pesar de no conocerte. O quizás, te amo precisamente por eso. Amo la pureza de este sentimiento, libre de expectativas terrenales, de desencuentros y de heridas. Amo la idea de ti, que es la parte más real de ti que poseo. Este amor es mi fe, mi religión personal. Es la fuerza que me empuja a ser mejor, a pulir mis aristas, a sanar mis heridas, para que cuando por fin nuestras miradas se encuentren en medio del bullicio de la vida, pueda ofrecerte no un hombre perfecto, sino un hombre completo, que ha esperado toda una vida para amarte en carne y hueso.


Así que sigue buscando, como yo sigo buscando. Sigue caminando. Que cada paso que das me acerca, aunque sea un milímetro. Que cada latido de tu corazón es un tambor que suena en la distancia, y yo, aquí, con el oído pegado al suelo del universo, escucho su eco. Estamos tan cerca, separados solo por el velo del tiempo. Y hasta que ese velo se desgarre, te llevo conmigo, mi amor desconocido, mi certeza más grande, mi más hermosa y feliz espera.


Guido Berly

Comentarios

  1. Tan lindo tu, lloré, porque lo siento en mi pecho, espero algún día esa historia te haga muy feliz cuando conozcas a esa musa y más le vale cuidarte, valorarte y respetarte, solo eso dile...

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  2. Que hermoso y romántico relato dos conciencias conectadas más allá del espacio y el tiempo capaces de resonar a niveles profundo que no pueden explicarse es un amor que no exige ni consume resuena en silencio y saben que aunque separadas trascienden y se reconocen, cada momento de la vida se vive porque existe un alguien su alguien querido y amado ...

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